Judaísmo y el programa de los “doce pasos“

El programa de los “Doce Pasos”, que fue inicialmente presentado en la obra “Los alcohólicos anónimos”, fue desarrollado por la Asociación de Alcohólicos Anónimos (AA), como un método efectivo para la desconexión de la adicción al alcoholismo.
Desde entonces fue adoptado para aplicarse en el tratamiento de una variedad de conductas cuestionables, adquiridas por efectos de la coerción o imposición exterior, así como a varios tipos de adicciones (sean a las substancias narcóticas o a otras, o a tipos diferentes de adicción como ser al juego y a las apuestas).
Más de cincuenta programas diferentes fueron desarrollados durante los últimos setenta años, período en el que millones de personas se beneficiaron directamente con el programa terapéutico de los “Doce Pasos”.
Una parte considerable del proceso de los doce pasos se desenvuelve en el marco de encuentros grupales anónimos, por lo que es muy difícil hacer un análisis exhaustivo de este proceso y otorgarle la máxima precisión.
Por esta razón parte de las comunidades científicas y médicas dudan en atribuirle a este programa (o proceso) una eficacia total, frente a los resultados que ofrecen otras metodologías clínicas.
De todos modos, si Uds. preguntan a la mayoría de las personas que hayan pasado un tiempo prudencial internados en la “Sala de tratamiento”, les dirán –con toda seguridad- que en ningún caso tuvieron alguna probabilidad de salir exitosamente de allí, en comparación con la época en la que habían participado en el programa de los “Doce pasos”.
Es curioso que los doce pasos se construyen sobre el paradigma de “Crecimiento personal”, que el judaísmo enseña desde hace más de 3300 años
Lo primero que salta a la vista cuando examinamos el programa de los “Doce Pasos” es que la conducta de adicciones sólo es mencionada en él en una oportunidad. En efecto, el primero de los doce pasos, dice textualmente: “Reconocimos que somos impotentes frente a----------------- (llenar el espacio)----------------------que nos hizo perder el control sobre nuestras vidas”.
En ningún otro lugar los pasos hablan de forma directa de las conductas cuestionables adquiridas por coerción, por cuanto los fundadores de la AA comprendieron desde un principio que toda adicción es una enfermedad que consta de tres aspectos: a) El aspecto físico, que se manifiesta a través de un deseo impulsivo muy fuerte. b) El aspecto sentimental, consistente en utilizar un modo de conducta como terapia y como evasión de los desafíos que presentan las áreas más difíciles de abordar en la vida. c) El aspecto espiritual-intelectual, que se expresa por no recurrir a D’s como herramienta para detener la conducta adictiva. Invade al individuo la certeza ciega que él mismo puede hacer esto con sus propias fuerzas.
Consecuentemente, las respuestas o soluciones que se le den al adicto, deben necesariamente contemplar estos tres aspectos aquí descriptos para encarar la curación, sea el caso que sea. Tendremos, entonces: en el campo físico se requiere suspender en forma absoluta la conducta cuestionable que se quiere desarraigar. En el campo de los sentimientos es imperioso desarrollar -como tratamiento más adecuado- destrezas especiales sanas y positivas para poder enfrentar las situaciones más difíciles y complejas. Y en el terreno espiritual-intelectual, el individuo debe comprender con humildad su impotencia total para confrontarse con la fuerza arrasadora que entraña la conducta adictiva que se necesita erradicar, por lo que es fundamental dirigirse a D’s e implorarle que haga por él todo aquello que él mismo no puede hacer por sus propios medios.
Los grandes rabinos de Israel, desde la época del Talmud, nos enseñaron cuál debe ser el arquetipo básico a encontrar para la supervivencia global y para la subsistencia individual: “El camino del arrepentimiento –o del cambio de rumbo para mejorar- se sustenta en estas mismas tres dimensiones de la existencia, que son, a) El intelecto humano. Puede ser dirigido hacia la soberbia o hacia la humildad (y entablar conexión con D’s. b) Los sentimientos. Pueden servir a la envidia y al egoísmo, pero también pueden estar al servicio de obras de beneficencia y de amor al prójimo. c) Los instintos físicos. Podrán liberarse para alcanzar la satisfacción de los deseos vehementes y los placeres, o para frenarlos y trazar el camino hacia objetivos más sublimes.
El judaísmo enseña que toda persona posee tres diferentes sistemas de relaciones, continuos uno del otro y, en ellos, es seguro que debe tener éxito: 1) Consigo mismo, 2) Con las otras personas, 3) Con D’s.
¿Qué significa que toda persona posee un “sistema de relaciones consigo mismo”?
Esto se refiere a tener una valoración sincera de los puntos positivos y los puntos faltantes de mi personalidad, conscientes de cuál es la finalidad de mi vida y de asumir responsabilidad por mis actos.
¿Cómo se expresa el sistema de relaciones con las otras personas?
Esto se traduce en la concreción de mi misión particular en el mundo, a través de cómo puedo yo beneficiar a los demás y, también, tomando consciencia de ka gran influencia que ejerzo sobre aquel que tiene contacto.
Y el guardar una relación con D’s me introduce dentro de la fuerza infinita en el marco de este mundo terrenal acercándome al punto más elevado de la felicidad y me hace adquirir la posibilidad de conocer –humildemente—qué lugar ocupo en el contexto del Plan General de la Creación.
LOS PASOS: DEL UNO AL TRES.
Con una mirada a través de esta lente, podremos observar cómo los “Doce pasos” concuerdan con estos tres sistemas de relaciones, en el proceso de curación.
Los pasos se inician en medio de un autoconocimiento muy concreto y de un reconocimiento de la raíz del problema, que es: la imposibilidad de cambiar la conducta utilizando el poder de la voluntad únicamente y adquisición de consciencia sobre la actual orientación que se está recibiendo. (Este es el primer paso, o sea, puesta en operación del sistema de relaciones del individuo consigo mismo).
Los pasos dos y tres se refieren a la coordenada de relaciones entre el hombre y D’s. En primer término, se trata del reconocimiento personal que el Creador del Universo tiene el poder indiscutible para operar cambios en mi forma de comportarme (paso dos), si es que yo acierto en avanzar por la senda debida (paso tres). En pocas palabras: “YO NO puedo, pero Él puede y pienso facilitarle el camino para que SÍ lo haga”.
Algunos, equivocadamente, sostienen que reconocer que “YO NO puedo”, se opone al concepto de libre elección que enseña el judaísmo, y dicen: “Si, de verdad, decidí hacer algo, me sobrepongo a todos los obstáculos y lo hago”.
Sin embargo, respecto a este punto, el Talmud afirma exactamente lo contrario, o sea, que el instinto del mal se fortalece y se renueva en el hombre, a diario y sin el auxilio de nuestro D’s, careceríamos de fuerza para doblegarlo (Tratado de “Kiddushín”, folio 30 b).
Uno de los fundamentos básicos del judaísmo es que “Todo está en manos de D’s, excepto el “Temor reverente a D’s” (“Yir-at Shamáyim”), tal como consta en el tratado talmúdico de “Berajot”, folio 33 b. La única autonomía que un hombre tiene en este mundo es la del “Temor reverente”, es decir, ver todo lo referente a nosotros mismos teniendo como base la del respeto a la presencia de D’s, en todo momento y en todo lugar.
El hombre es libre para escoger su camino, pero sólo D’s puede decidir si dar lugar a esta elección y permitir que prospere, o no.
La enfermedad de la adicción en una persona no es algo menor que investirse con el mal instinto, tal cual como éste se presenta en el hombre y lo envuelve completamente en todas las experiencias de su vida.
En suma, sin el auxilio del Creador, el hombre cae, impotente, presa de su instinto o lo que es su similar: la caída en la adicción.
LOS PASOS: DEL CUATRO AL SIETE.
El proceso de rehabilitación continúa con un balance espiritual estricto y abarcador. El paso número cuatro se focaliza, entre otras cosas, en las pruebas a las que la soberbia sumerge a un individuo, al egoísmo y la satisfacción de las apetencias que a menudo encuentra el adicto sometido al maltrato de conductas coercitivas.
Reconocer la presencia de estas fallas en nuestra personalidad, fallas frente a nosotros mismos y frente al Creador, y platicar sobre ellas con una persona conocedora a fondo del proceso de curación, son vitales para cambiar la situación.
No estamos aquí frente a una confesión o a un pedido de perdón, sino frente a una actitud de identificación y reconocimiento de fallas específicas -que, en sí, tiene tres niveles- con el objeto de plasmar un programa de acción dinámica. O sea, no se trata de desgastar los labios hablando
El balance personal de los hechos realizados es la llave para el crecimiento humano, según la rabino para analizar los problemas y diagramar estrategias de mejoramiento general (pasos cuatro y cinco: el sistema de relaciones del hombre consigo mismo).
En los pasos números seis y siete, regresamos al sistema de relaciones del hombre con su D’s. Percibimos que este plexo de relaciones es el pilar del éxito en materia de crecimiento personal, y, además, de la convicción que debemos siem pre tomar iniciativas para buscar ser ayudados.
LOS PASOS: DEL OCHO AL DIEZ
Nuestra responsabilidad respecto a la interacción entre las personas se va configurando claramente en estos tres eslabones. La conducta adictiva puede cobrar una factura muy alta a las personas cercanas al adicto y, también, de los que no se encuentren cerca. La rehabilitación, en una gran parte, es un proceso de curación no sólo interior, sino también lo es para los sistemas de relaciones que, se supones, han sido afectadas a raíz de la adicción.
La tradición universal de los judíos de identificar los cortocircuitos posibles que pueden darse entre nosotros y nuestro entorno más cercano, y pedir por ellos el perdón debido, es lo que caracteriza nuestros actos en los días previos al Yom Kippur . ¿Cómo podremos en el gran Día del Perdón rogar a D’s por nuestra expiación si no estamos en condiciones de responsabilizarnos por nuestras acciones frente a los demás?
PASO NÚMERO ONCE Y NÚMERO DOCE.
Este programa de los “Doce Pasos” culmina con la asunción de la responsabilidad colectiva de continuar invirtiendo en nuestra relación personal con el Creador, así como también en nuestro deber frente a la sociedad de utilizar nuestra rehabilitación para ayudar a los demás.
En otras palabras: “No es posible cuidar esto, si no lo damos (a los otros)”. Tal como lo explicó Maimónides (HaRaMB”aM), el máximo nivel que posee el cumplimiento del precepto de “Amar al Creador”, es ayudar a los demás a que lo hagan.
Distinguimos en estos dos últimos pasos del programa, la síntesis de los tres sistemas de relaciones sobre los que hablamos en ellos. Una rehabilitación de largo plazo y consistente en sí, exige concentrarse con constancia en un apartarse real -físico- de la adicción a sustancias, drogas o a cualquier conducta adictiva.
Así también exige una atención continua para lograr el crecimiento sentimental y espiritual. Sentirse conforme con los avances de una rehabilitación sin intensificar o sin ser consecuente con el trabajo para revertir la adicción que sea, es considerado un grave error, una negligencia imperdonable.
En honor a la verdad, esta es una determinación decisiva para nuestras vidas, seamos adictos o no. Ya sabemos que lo único seguro en esta vida, es la muerte, por lo cual es obligatorio concientizar que cada instante, cada segundo de la vida, es valiosísimo para el crecimiento.
Este conocimiento, es muy probable, tendrá la fuerza para levantar el último tropiezo que impide a muchos decidir definitivamente integrarse al programa de los “Doce Pasos”.
“Ya tengo mi religión, no necesito esto. Esto no tiene raíces judías…”.
Los fundadores de AA tuvieron mucha precaución en este punto, por lo que tomaron distancia de toda religión sistemática, para no alejar al alcohólico de todos los beneficios que ofrece la participación en los programas de curación.
Entendieron que las personas sólo se acogen a programas que enseñan un camino activo en lo físico, sentimental y espiritual, los cuales apuntan a una rehabilitación total de sus vidas de las garras de la terrible enfermedad adictiva.
En nuestra condición de judíos ¿Esto se acomoda a nosotros? Por supuesto que ¡Sí! Pero no como un reemplazo de la observancia de nuestros preceptos, sino como una herramienta destinada al mejoramiento y a la perfección de nuestra conducta como judíos y del lazo conectivo que nos une al Todopoderoso.
¿El judaísmo, en sí, posee los instrumentos indispensables para que una persona florezca y se mejore cada vez más? Rotundamente, sí los posee; y, considerando el alto nivel ético de nuestra religión, podemos afirmar que las personas golpeadas con alguna adicción –sin lugar a la mínima duda- podrán beneficiarse del proceso especialmente preparado para afrontar el tremendo desafío que significa iniciar un sendero de rehabilitación total.
Decenas de miles de judíos que han ingresado en el proceso de curación luchando con un sinnúmero de adicciones de todo tipo, atestiguan el mejoramiento notable de su nivel judaico gracias - nada más- a la disolución de las conductas coercitivas que, como una nebulosa, ensombrecían sus vidas, sometiéndolos a las adicciones más temibles.
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